Me balanceo, salto y dejo caer cosas: la explicación de la conducta por una persona con autismo (II)
Continuamos la publicación de la semana anterior (si quieres leerla pincha aquí) sobre la explicación de determinadas conductas por parte de Donna Williams, una de las personas con autismo más repercusión en la actualidad, triste y recientemente fallecida. Vamos con ellas.
*Mirar por
encima de los objetos como mirando otra cosa. Para la autora el uso de la
visión periférica tiene sentido en relación a los trastornos perceptivos y
también a la “Angustia de exposición”. Desde un punto de vista emocional, era
con frecuencia un intento de captar lo que sucedía entorno a ella, evitando el
miedo a experimentar una imagen visual.
Combinado con los “apagones” perceptivos provocados por la Angustia de
exposición, de tal forma que mirar las cosas directamente podría llevar a que
perdieran su impacto y su significado.
El uso de la visión periférica le permitió a la autora
aprender muchas cosas durante su último año en la Educación Primaria, aunque su
profesor no se imaginaba que ésta era su única forma de captar las cosas con
cierta profundidad. De la misma forma, cuando miraba sus dedos al tocar música y pensaba en lo que estaba
haciendo, perdía toda habilidad. Si dejaba de mirar y pasaba a “piloto
automático”, la música fluía y era capaz de crear. Todo el aprendizaje tenía
que ser indirecto y para ello, Donna engañaba constantemente a su mente para
que se relajara y pudiera captar cosas.
*Reír. Se convertía para Williams en una liberación
del miedo, la tensión y la ansiedad. Sus verdaderos sentimientos estaban
demasiado bien protegidos como para que la autora mostrara placer mediante algo
tan expuesto a los de más como es la risa. Para ello utilizaba una de sus
múltiples personalidades, en este caso Carol, que reía constantemente. Era la
personificación de su miedo en forma de
un personaje razonablemente sociable y aceptable.
*Aplaudir.
Esta conducta Williams la realizaba involuntariamente como consecuencia del
Síndrome de Tourette, pero también tenía un componente emocional para ella.
Podía indicar placer y también funcionar como el final de un acontecimiento y
antes del comienzo del otro o para salir de un estado de ensoñación que la
tenía atrapada.
*Mirar fijamente
al vacío que hay entre las cosas, también hacer girar cosas o girar una misma
en círculos. Donna empleaba esta conducta para perder la conciencia del yo,
además de como medio para relajarse o para superar el aburrimiento de no ser
capaz de expresarse o sentir algo por lo que hacía. Si lo interpretamos de una manera más
extrema, era una forma de anestesia mental para soportar emocionalmente el
encierro en lo que ella consideraba un santuario y una prisión, motivada por la
angustia de exposición.
*Rasgar papel. La autora lo hacía en estados de rabia, pero también
de manera simbólica para acabar con la amenaza de la cercanía, es decir, un
acto simbólico que representaba la separación de los otros y la reducción del
miedo. Con frecuencia, utilizaba esta conducta como manera de decirle adiós a
alguien, ya que así destruía simbólicamente la proximidad para no padecer una
sensación de abandono o pérdida.
*Romper
cristales. Para Donna, los cristales tenían un
significado importante ya que solía poner vidrios encima de las cosas que
quería examinar y de esta forma las contenía visualmente y evitaba que se
vieran arrastradas hacia el remolino de información que le suponía el
trasfondo. Desde un punto emocional, también las hacía seguras a la hora de contemplarlas,
al situarlas en un mundo que estaba “ahí fuera”, detrás del vidrio.
Por ello romper cristales formaba parte emocional de
este contexto, era como romper en pedazos un muro invisible entre los demás y
ella, quizás entre la consciencia y el subconsciente.
*Fascinación
por los objetos coloreados y brillantes. De esta manera
la autora captaba el “concepto de belleza en la simplicidad”. También le servía
como herramienta de autohipnosis necesaria para la calma y la relajación y a
menudo, el sentimiento de cercanía hacia las personas especiales de Donna
vivían dentro de esos objetos, aunque no los hubieran regalado ellas (el color
azul le recordaba a su tía Lynda o un botón brillante amarillo a una amiga) ya
que capturaban “la sensación de estas personas”. El color y la refracción de la
luz también le convertían en objetos lúdicos en un mundo que carecía en muchas
ocasiones de significado interpretativo.
*Hacerse daño y
también hacer a sabiendas cosas que perturban o causan una reacción de espanto en
otras personas. La autora
utilizaba esta conducta para saber si ella era “efectivamente real”.
Experimentaba esta situación que le llevaba a preguntarse si realmente existía
y a la vez reafirmarse en su derecho a ser persona y a desarrollar un sentido consciente
de ella misma, mediante la “no conformidad” con lo que sucedía a su alrededor.
*Incontinencia deliberada. En el caso de Donna
Williams estas situaciones comenzaron dentro de un estado de semiconsciencia.
Lo concibe por una parte como un impulso hacia la autoconciencia y la “libertad
de ser” y por otra parte como una expresión de frustración por tener que
cumplir unas reglas, sin realmente conseguir una recompensa emocional por
hacerlo. Para ella era un acto de autodeterminación que demostraba que podría
renunciar a su autocontrol a cambio de controlar las expectativas de los otros.
La autora indica que pasó por esta etapa en una ocasión y que “por molesto que ello pueda ser para los
padres, debo decir que fue una fase importante por la que yo tenía que pasar
para progresar”.
*Contacto
físico seguro. Para Williams
es aquel que “no supone una amenaza de ser apresado o consumido” por ejemplo
que te cepillen el pelo o que te hagan
cosquillas. En este último ejemplo, la autora indica que las cosquillas en el
antebrazo no son amenazadoras porque ésta es un parte menos personal y más
separada del cuerpo y tiene menos valor social que por ejemplo, tocar la cara.
En este sentido el pelo también está más separado del cuerpo. Serían ejemplos
de lo más cerca que ella puede estar entre la línea divisoria que separa el
contacto físico directo y el indirecto, sin quitarle la posibilidad de obtener la
sensación física de tacto. En condiciones diferentes, todo tacto lo consideraba
doloroso o es tolerado como si estuviera “hecha de madera”. Williams describe
esa situación como “si el espíritu sencillamente abandonara el cuerpo, para que
padeciera lo que a los demás les puede parecer un contacto amable”.
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