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Colaborando: La alimentación en el alumnado con autismo (Ana Iglesias Garcia-Conde)


La publicación de hoy es muy especial para “Las gafas” ya que la protagoniza una de las personas que conozco que más sabe sobre la educación y la convivencia con los niños y niñas con autismo. De ella he aprendido, y tengo la suerte de seguir aprendiendo, muchas de las claves de cómo relacionarme y educar al alumnado con autismo. 

Ana Iglesias García-Conde, es la Jefa de Estudios del Centro Público de Educación Especial de Latores (Oviedo), además de maestra de Pedagogía Terapéutica y licenciada en Psicología y lleva más de 30 años trabajando en Centros de Educación Especial con niños y niñas con autismo, fundamentalmente en la Etapa de Educación Infantil. En la publicación de hoy, comparte una reflexión fantástica sobre un aspecto tan importante como a veces olvidado en el día a día de estos niños: la alimentación.

¡Muchas gracias Ana! Te debo una coca-cola light.

La alimentación en el alumnado con autismo

Hace tiempo, Aitor me sugirió  la posibilidad de colaborar en  su  estupendo y valioso blog.  Creedme si os digo que esta invitación  supuso para mí no poca   responsabilidad y además, un cierto grado de  “presión” dado el elevado nivel de todas sus entradas.

Quizás por eso lo fui posponiendo a pesar de saber que tenía “obligación moral” de responder a esta sugerencia y por fin me pongo a ello e intentaré no defraudar. Voy a intentar responder a esta invitación  tratando  un tema al que quizás, en mi modesta opinión, no se le dedique toda la importancia que  creo merece y que pienso que la tiene. debido al enorme impacto que supone y supondrá en el futuro de la vida de los niños y niñas con CEA y también en su entorno familiar, me estoy refiriendo a la adquisición de buenos hábitos en todo lo relacionado con la alimentación.

Pienso que  esta intervención es de  vital importancia  debido a dos tipos de razones:

 Las primeras se relacionarían con los padres de los niños y niñas; mirad, he podido constatar a lo largo de no pocos años de trabajo con estas familias que este es un tema que con mucha frecuencia muchas de ellas viven de forma muy estresante; todas las dificultades que el niño o la niña pueda tener en otros ámbitos de su desarrollo pueden llegar a ser asumidas desde el momento que el entorno del niño comienza a comprender lo que a su hijo o hija, nieto o nieta, sobrino o sobrina le está pasando, es decir, y utilizando un lenguaje cotidiano, una vez que se interioriza la condición de autismo en un ser querido son frecuentes afirmaciones similares a  “no habla porque tiene autismo y los niños autistas tienen dificultades de comunicación” o “no juega como otros niños porque tiene autismo y los niños con autismo tienen dificultades sociales”, o incluso, “a veces se enfada y enrabieta porque es muy inflexible”…..pero que no coma, que lo haga solo en determinados entornos, que coma lo que es de un determinado color, textura, forma…eso no puede tener  que ver con lo que le sucede, eso no puede estar relacionado con la condición de autista; eso sólo puede deberse a malos hábitos o en lenguaje coloquial “mala educación”… y ocurre que, como precisamente los encargados de educar en la adquisición de esos hábitos son los padres y más concretamente la madre (esto continua percibiéndose así y es inútil negarlo), unimos a la difícil situación en que estas familias se encuentran, la aceptación de la culpabilidad de todas las conductas a veces muy llamativas y muy poco normalizadas en relación con la alimentación que nuestros niñas y niños pueden manifestar.   Se  añade así un nuevo ingrediente demoledor para esas madres: el hecho de que aún se sigue teniendo la idea de que en la buena o mala competencia en la crianza es muy determinante todo lo relacionado con los niños “buenos o malos comedores”.

Todo lo dicho hasta ahora puede ser grave, pero en definitiva ni los padres ni el entorno familiar de los niños y niñas tienen por qué ser conocedores de las razones de estas dificultades. Lo que es más preocupante es que este tipo de consideraciones son  manejadas también por los profesionales;  esto desde mi punto de vista es inadmisible. No se puede consentir que en un entorno educativo se traten estas dificultades en términos de “come solo lo que le gusta” o “si no lo come ahora ya verás como cuando tenga hambre lo comerá”. He de decir que afortunadamente este tipo de afirmaciones son cada vez menos frecuentes e incluso puedo decir con cierto orgullo que en mi cole están prácticamente erradicadas, pero ello no ha venido así de fábrica; hemos tenido que trabajarlo y de hecho continuamos haciéndolo y cada curso insistimos para que a nadie le quepa duda de que todas estas manifestaciones forman parte del estilo perceptivo y cognitivo de los niños y niñas con CEA y que por supuesto no son niños y niñas “malcriados”.

Por otro lado, las segundas razones que justifican y exigen intervención planificada en todo lo relacionado con la alimentación estarían relacionadas con el propio niño. En principio, la ingesta de alimentos va a ser una de las conductas más repetidas a lo largo de la vida; es una obviedad que comemos cuatro veces al día todos los días de nuestra vida… y más relacionado con nuestro ámbito educativo un niño de tres años que se escolariza por primera vez tiene por delante al menos 10 cursos de escolaridad y por tanto acudirá al comedor escolar unos cuando cientos de veces. Convertir esa multitud de ocasiones en tiempos escolares no estresantes, convertir los comedores escolares en entornos amigables y convertir el propio acto de comer en una situación placentera está en la mano de los profesionales que trabajan con estos niños y niñas y ello sin entrar en cuestiones más de fondo  como puede ser  la salud, la importancia de la nutrición etc.


Formarse para entender las razones de las dificultades de nuestros niños y niñas, formarse para conocer e implementar técnicas de intervención, formarse para instaurar conductas normalizadas y ser formadores de las familias no es una opción….es una OBLIGACIÓN si queremos ser profesionales de calidad. Hasta aquí mi humilde entrada. Espero haber conseguido demostrar, al menos un poquito, que la intervención en la alimentación debe de formar parte de los programas de los alumnos y alumnas pero sobre todo, debe de formar parte de las buenas prácticas de los profesionales para el beneficio de los niños y niñas y de sus familias. Quizás, en el futuro podamos detenernos en otra publicación  en estos programas y técnicas.

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